LOS MATADORES
Tenía 53 años cuando firmó
contrato con San Lorenzo. Traía una larga carrera como entrenador en Brasil,
repartida entre Bangú y Fluminense, donde había conseguido varios títulos. Acá
lo conocían pocos, pero fue venciendo la desconfianza típica de hinchas y
también de jugadores. Se fue destacando por su simpleza, sus conceptos muy
precisos y una predilección por el ataque que era casi suicida en esos años.
Por la misma época,
brillaba el Racing Club de Juan José Pizzuti, campeón de 1966, vencedor de la
Copa Libertadores y de las batallas contra los escoceses del Celtic por la Copa
Intercontinental. Era otro equipo ofensivo, con un estilo menos lujoso, pero
muy duro y efectivo. En cambio, las ideas de Elba de Padua Lima, más conocido
como “Tim”, eran pensadas para jugar asociándose, tocar y tocar, buscar por los
costados y tener el arco rival como objetivo supremo. No importaba si a veces,
el equipo quedaba desprotegido y sufría situaciones peligrosas por su afán
ofensivo.
El brasileño había
patentado su frase célebre: “El fútbol es una manta corta. Si te tapás los
pies, te descubrís la cabeza y si te tapás la cabeza, te descubría los pies.”
Quedaría para uso libre y masivo de futboleros de todos los clubes por los
siglos de los siglos. Ese equipo azulgrana tendría un lugar grande en la historia
de nuestro fútbol como modelo de funcionamiento ofensivo y de ambiciones
desmedidas que se coronaron con éxito.
Aquel San Lorenzo de Tim
comenzó a moldearse durante el torneo Nacional de 1967, que ganó Independiente.
Los rojos de Avellaneda perdieron un único partido, ante los muchachos de Tim
que los vencieron 3-1 en el viejo Gasómetro. La yapa fue la goleada a Boca, 4-0
con cuatro tantos del Bambino Veira y uno anulado, encima. Igualmente
terminaron sextos, lejos de la punta.
Para el Metropolitano de
1968, el equipo estaba afinado y listo para provocar una adhesión enorme en sus
hinchas y la admiración y envidia del resto. Arrancaron con un tremendo 5-1
sobre Atlanta en Villa Crespo y después de un inesperado empate 1-1 con
Platense en Boedo, le ganaron 2-1 a Boca en la Bombonera, con tantos de
Victorio Cocco y Rodolfo Fischer.
El plantel azulgrana había
sufrido pocas modificaciones desde 1967: dos nuevos laterales, el uruguayo
Sergio Bismark Villar llegó para cubrir el costado derecho y se metió a la
gente muy velozmente en el bolsillo. Se quedaría casi quince años con el
puesto, mostrando una jerarquía poco habitual en ese sector de la cancha. Sobre
la izquierda de la defensa, vino el Gallego Antonio Rosl, que se había
destacado en Gimnasia y también clausuraría su costado por varias temporadas.
La otra incorporación
fundamental fue Carlos Veglio, el Toti, que llegó después de mostrar un fútbol
fino y sutil en Deportivo Español, que llegó en 1967 a disputar su primera
temporada en la Primera A. Veglio era delantero, pero cerebral y vistoso, algo
muy distinto a la velocidad del correntino Pedro González, puntero derecho del
equipo y a la potencia goleadora del misionero Rodolfo Fischer, la ficha más
fuerte de San Lorenzo en la ofensiva.
Varias innovaciones le
dieron más trascendencia a aquel equipo: la incorporación de un joven
preparador físico como Alfredo Weber, que era exigente y moderno como pocos. El
hotel en pleno centro (Esmeralda y Lavalle) donde se concentraba el plantel y
los restaurantes conocidos donde almorzaban o cenaban, casi sin limitaciones.
El Metropolitano de 1968
se disputó en dos zonas de once equipos cada una y los dos primeros de cada
grupo se cruzaban en semifinales. Los ganadores se medían en la final, que era
una réplica de 1967, cuando Estudiantes de La Plata había sido campeón. A San
Lorenzo, en aquel 1968, el apodo de “Matadores” le llegó desde
el periodismo y la verdad que el equipo, en la cancha, era insuperable. Buttice
en el arco, Villar y Rosl marcaban los costados, Oscar Calics y el famoso
internacional tucumano Rafael Albrecht eran los zagueros, aunque Albrecht se
adelantaba casi siempre y se sumaba al medio ; Alberto Rendo (la dosis exacta
de despliegue, talento y quite), Roberto Telch y Victorio Cocco (el mejor cabeceador
ofensivo de la época) formaban el mediocampo que también podía contar con
Miguel Ángel Tojo, prolijo y de buen remate. Adelante el tridente Pedro
González, Fischer y Veglio, aunque el Toti aparecía por diferentes sectores y
era socio ideal de casi todos. Era más un cuarto volante que un delantero.
Ese San
Lorenzo de los Matadores hizo la mejor campaña posible en aquellos torneos
cortos: ganó la zona A con 36
puntos, producto de 14 victorias y 8 empates. Invicto, con 44 goles a favor y
10 en contra. Sumó goleadas: 5-0 a Ferro, 4-0 a Colón, 4-1 y 5-1 a Atlanta, 3-0
a Racing y quedó habilitado para enfrentar a River en la semifinal. Al cuadro
millonario lo venció por 3-1 en la cancha de Racing y quedó habilitado para
enfrentar al difícil Estudiantes de Osvaldo Zubeldía.
La final se jugó el 4 de
agosto en el Monumental y fue durísima. Guapos había en los dos equipos y la
dureza era la marca de la época. El juez Miguel Comesaña controló el juego como
pudo: la Bruja Verón abrió el marcador y empató Carlos Veglio veinte minutos
después. Debieron jugar el suplementario y cuando iban diez minutos, el Lobo
Fischer estampó el 2-1 final, tras superar al arquero Poletti.
Finalmente fueron 49 goles
a favor y 12 en contra. Rodolfo Fischer (13), Carlos Veglio (12) y Pedro
González monopolizaron las conquistas, hicieron 35 de esos tantos, el 72%.El
título quedó en el bolsillo, con una pena grande para todos los que querían la
proyección internacional de San Lorenzo. No hubo clasificación a la Copa
Libertadores, por la sencilla razón de que aquellos que la jugaban eran el
campeón y el vice del torneo Nacional y no quien se quedaba con el
Metropolitano.
"Diario Perfil"
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